Padecemos hambre emocional por tres principales motivos:
- Las ideas erróneas que aprendimos a través de las dietas restrictivas.
- La insatisfacción en algún área de nuestra vida y la mala gestión de nuestras emociones.
- La dificultad a la hora de mantener hábitos y rutinas.
Gracias a la mentalidad dieta, con su privación de alimentos, la comida prohibida tiene para nuestro cerebro una atracción especial. El control que tenemos con una dieta genera ansiedad y eso nos lleva al descontrol, justo el efecto contrario. Por eso, introducir esos alimentos prohibidos en nuestra dieta de un modo prudente es más inteligente que privarnos y luego atiborrarnos.
También puede surgir hambre emocional por carencias en algún área de nuestra vida. O por una mala gestión de nuestras emociones. El primer paso para sanar nuestra relación con la comida es ser muy conscientes de nuestras emociones y pensamientos.
A veces utilizamos la comida para aliviarnos. Pero solamente conseguimos una calma momentánea. Con la comida segregamos dopamina y eso nos aporta un chute de felicidad. Es decir, con la alimentación se estimulan los mismos centros del placer que con algunas drogas. Por eso podemos encontrar un aparente alivio, un placer a corto plazo. Pero la realidad es que a largo plazo estamos empeorando el problema.
Son muchas las emociones que pueden desencadenar el hambre emocional:
- Aburrimiento.
- Soledad.
- Estrés.
- Ansiedad.
- Tristeza.
- Ira.
- Depresión.
- Incluso podemos asociar emociones agradables con la comida.
Aprendemos que ante determinada emoción necesitamos comer. Por tanto, debemos reeducar al cerebro.
También tenemos un montón de pensamientos irracionales en nuestra cabeza. Muchos son fruto de la educación, de la publicidad, de los cánones de belleza, de la mentalidad dieta... Son pensamientos que nos creemos como reales, pero la realidad es que son simples distorsiones cognitivas. Por ejemplo:
- Ya lo he hecho mal, así que sigo comiendo mal y el lunes cambio.
- ¿Qué mas da por comer uno más?
- Siempre fracasaré en mis intentos de comer sano.
- No tengo tiempo.
- Yo soy así.
- No tengo fuerza de voluntad.
¿QUÉ DIFERENCIA EL HAMBRE EMOCIONAL DEL HAMBRE FÍSICA?
Cuando tenemos hambre física:
- Notamos la sensación en el estómago.
- Va subiendo poco a poco, progresivamente.
- Puede esperar a ser satisfecha.
- Te vale cualquier alimento para saciarla.
- Solamente se satisface con comida.
- Cuando terminas de comer te sientes bien.
Y cuando tenemos hambre emocional:
- Notamos una sensación más difusa, como vacío.
- Aparece de repente.
- Quiere una satisfacción de inmediato.
- Queremos alimentos con grasa, sal, azúcar.
- No satisface, no puedes parar de comer.
- Cuando terminas de comer te sientes mal y culpable.
TIPS PARA UNA ALIMENTACIÓN SIN ANSIEDAD:
- Resulta muy útil llevar una libreta de pensamientos. Apuntar lo que influye en nuestra forma de comer.
- Cuando tengas hambre física, come. No te digas "no".
- Puedo comer lo que quiera, no hay alimentos prohibidos.
- Bebe un vaso de agua antes de sucumbir a un antojo.
- Espera diez minutos, pospón tus ganas de comer. Pasados unos minutos comprueba si sigues teniendo hambre.
- Cuando tengas hambre prueba a hacer una actividad incompatible. Dar un paseo, darte una ducha, llamar a un amigo... Es probable que si pasan unos minutos la ansiedad haya bajado.
- Come siempre sentado.
- Come de manera consciente. Masticando despacio. Saboreando.
- Para comer no necesitamos la tele, ni leer, ni el móvil. Solamente comer. Acostúmbrate a dejar un poco en el plato.
- Realiza una planificación semanal de las comidas.
- Los objetivos de comida sana deben ser concretos. Micropasos. No podemos proponernos adelgazar 10 kilos. Pero puedo proponerme salir a caminar tres días a la semana o comer tres piezas de fruta al día o beber dos litros de agua. El cambio implica tiempo.
TIPS PARA GESTIONAR NUESTRAS EMOCIONES.
- Para tener nuestras emociones bajo control necesitamos tener una satisfacción en las áreas de nuestra vida. Necesitamos un equilibrio, de nada sirve tener unas áreas muy bien y otras muy mal. Puntúa de 0 a 10 la satisfacción que tienes en cada área (pareja, familia, social, trabajo, ocio...) y reflexiona sobre lo que puedes mejorar.
- Mantén una rutina de deporte. Sea más o menos, sea un tipo u otro, pero tiene que estar presente en tu vida.
- Un buen hábito de sueño. Si no dormimos bien y las suficientes horas, es imposible que nuestro cerebro funcione de manera adecuada.
- Realiza todos los días actividades agradables, algo que te guste y te haga desconectar.
- Trátate como quieres que te traten los demás. Cuida la comunicación contigo mismo.
- Entiende que tener un día malo es normal. Es sano y natural.
- Crea unas afirmaciones que te vengan bien. Unas cuantas frases que puedas decírtelas cada mañana al mirarte al espejo.
- Podemos utilizar la visualización. Antes de dormir visualiza aquello que quieres conseguir, con todo lujo de detalles.
- Mejora tu relación con el espejo. Obsérvate. Acostúmbrate.
Es necesario desterrar la idea de comer como una lucha. El objetivo es encontrar una alimentación variada, saludable y rica. La meta no puede ser adelgazar, sino el deseo de cuidarnos bien y de conseguirlo de una manera gradual y segura. Se trata de un proceso lento, constante y sin sufrimiento.
Y si no consigues controlar el hambre emocional, pide ayuda. Puede ser que sepas toda la teoría, pero no seas capaz de llevarlo a la práctica. Ahí estamos nosotros, para ordenarte todas esas ideas y adaptarlo a tu caso personal.
¿Cómo llevas tu alimentación? ¿Comes tú o comen tus emociones?
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Raquel (jueves, 11 junio 2020 15:44)
Gracias por esta entrada, yo no identifico el hambre, pero sí la ansiedad. A mi me ayuda mirar recetas de dieta, dedicarle tiempo a pensar qué me apetece probar y experimentar, como los niños jugando. La verdad es que me gusta más comer ahora, que antes cuando me dejaba llevar.
*LAURA MARTÍN FREIJE* (jueves, 11 junio 2020 15:47)
Gracias a ti. Eso está muy bien, planificar, experimentar, disfrutarlo... ;-)